Ningún ser humano es ajeno a la experiencia de la muerte. La pandemia del COVID ha evidenciado nuestra vulnerabilidad ante el fin de nuestra existencia. Sin embargo, la fe en Jesús ilumina todas las dimensiones de nuestra vida. Como cristianos, aproximarnos a reflexionar sobre la muerte es directamente proporcional a reflexionar sobre la vida, porque devela la densidad de nuestras relaciones y aquello que realmente es valioso en nuestra existencia. La reflexión cristiana sobre la muerte no ignora su velo amargo y sin sentido, pero asume la muerte desde una nueva perspectiva de fe que, para algunos, es locura y sin sentido. Morir con Cristo es la invitación a vivir con un Dios que nos ama y abraza con su gracia y amor desmesurado.