En estos tiempos desafiantes y sin precedentes, es imperativo que las personas del Evangelio permanezcan enfocadas en el horizonte: el mensaje y la misión de Aquel en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser: Jesús, el Señor. Para que no perdamos de vista el significado y el propósito de nuestras vidas, la virtud de la Esperanza mora en los corazones abiertos al poder de la presencia y el poder transformadores del Espíritu. Esta reflexión invita a explorar este desafío mientras permanecemos fieles a hablar con nuestras vidas el mensaje del Misterio Pascual, aquí y ahora, hoy y mañana, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Únase a nosotros en un viaje hacia la Esperanza!