No importa lo que hayamos hecho o nos hayan hecho, Dios nos invita a ser santos. Dios nos ve, nos conoce y nos ama incondicionalmente. Nuestro Señor tiene un plan para que permanezcamos en relación con Jesucristo en la tierra como en el cielo. Todo lo que tenemos que hacer es presentarnos a Dios en oración y adoración, y el Espíritu Santo saciará nuestro dolor, saciará nuestra sed y cumplirá nuestros deseos más profundos en nuestro caminar hacia la eternidad.